sábado, 30 de octubre de 2010

¿Halloween?... no gracias!




Y digo que no, porque yo me quedo con el "Día de Todos los Santos".

Vivimos en un país cuyas tradiciones están muy arraigadas desde antaño y no veo el motivo por el cual debemos de acoger, como nuestras, otras de un país casi nuevo como es Estados Unidos.

Los estadounidenses celebran Halloween desde 1840 gracias a los inmigrantes irlandeses que llevan consigo la tradicional fiesta celta Samhain, que tenia como motivo principal el festejar el fin del verano y de la época de cosechas.
Hay quien dice, que realmente es una celebración esotérica druida que marcaba el inicio del año nuevo con la apertura de las puertas que separan este mundo del más allá, permitiendo que la noche del 31 de octubre este mundo fuese visitado por espíritus tanto buenos como malignos.

La Iglesia, para hacer frente a esa fiesta pagana consagro, gracias al papa Gregorio III, el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, para compensar cualquier falta a las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles.
Fue Gregorio IV el que extendió esta celebración a toda la iglesia a mediados del S.IX

Por cuestión de lógica matemática ¿qué tradición tiene más peso, una de 1160 años o una de 170?
Entonces ¿por qué cada año vemos más calabazas y adornos terroríficos?.

No solo la fiesta de Halloween no es original de Estados Unidos, sino que incluso el nombre es una derivación del utilizado en los paises anglosajones para la fiesta del Día de Todos los Santos: All Hallow's Eve (Vispera de Todos los Santos).
¿Qué sentido tiene celebrar una mala copia de una festividad, si en nuestro pais tenemos la original?
Mi abuela nunca vaciaba calabazas para meter una vela dentro, ni mis padres nunca se disfrazaban de brujas o vampiros para pedir caramelos de casa en casa.

Yo lo tengo bien claro: el que quiera calabazas, para él, que yo me quedo con las castañas asadas, los huesos de santo, los boniatos asados y la copita de anis.