martes, 26 de abril de 2011

Mi Sábado Santo

   Semana Santa este año bastante atípica que, a mi parecer, a pasado sin más pena ni gloria en comparación con las de años anteriores.
Para empezar me he perdido el inicio de la misma, la lluvia ha impedido la salida de algunas cofradias y no había novedades en las demás.
Ha sido una semana llena de luces y sombras. Casi más sombras que luces, diría yo. Pero ya que intento ser positivo, me quedo con las alegrías, que para penas ya tengo el resto del año.

Pues este año mi Sábado Santo a mantenido la tónica del resto de la semana: momentos buenos, regulares y no tan buenos...
Para empezar, este año no lo he pasado ultimando preparativos de ultima hora antes de la salida. No, este año no. Lo he cambiado por un par de buenas inmersiones en compañía, una de ellas, de mi amigo y compañero José Manuel Osorio.
Juntos hemos visitado la zona de los Tajos situado entre la Rijana y Castel de Ferro. Y como siempre, un placer poder bucear con él.
Para después terminar con una segunda inmersión en Zacatin donde pude deleitarme entre la inmensa variedad de nudibranquios. Lastima que no tenia mi cámara de fotos...

Por lo general, tras una mañana de preparativos, toca almuerzo en familia y sobremesa que se extiende en el tiempo hasta casi la hora de irnos. Pero como este año era distinto todo, pues he cambiado dicho almuerzo por una barbacoa con mis amigos de toda la vida en el cortijo de mi amiga Lola.
Buena comida, bebida y excelente compañia en el porche del cortijo. Con unas vistas a Motril y parte de su costa que hacen las delicias para poder relajarte en una calida y apacible tarde de primavera.
Con la adrenalina quemada por el buceo y el animo relajado por la compañia, no hubiese habido nadie que me moviera de alli. Pero si que lo hubo: Inma. Con su llamada oportuna me recordó que esa tarde tenia una cita muy importante. Que teniamos un motivo por el cual habiamos recorrido tantos kilometros.

Cuando llego a casa con el relax que traia conmigo del cortijo, este desaparecio en el momento justo de traspasar el umbral de la puerta cuando vi que la casa era un ir y venir terminando detalles... ¡Me vuelvo al cortijo!
Este año no estaba especialmente mentalizado, y mucho menos motivado, para colocarme una faja y cargar con los kilos de un paso durante cinco horas. Y apunto estube de tirar la toalla y perderme por cualquier playa para contemplar la puesta de sol.
Algo en mi interior me impulsaba para hacer caso a mi instinto. Algo me advertia de que no lo pasaria especialmente bien bajo los faldones.
Pero de inmediato recorde algo que le pedi a una persona días antes cuando esa persona pasaba por la misma situación que yo en ese mismo momento. No puedo defraudar a esa persona. No me lo perdonaria porque esta haciendo un esfuerzo y confia en mi.

Las horas previas en la casa hermandad... pues eso, horas previas. Sin más aliciente ni emoción que las ganas por terminar cuanto antes y largarme a casa a descansar.
Llega el momento de la salida del paso de misterio y con él el unico momento de emoción al sonar los sones de la marcha "Requiem". Y el retrotraerme a los años a los que la cofradia del Lunes Santo salia del patio del colegio y el primer giro, de forma tradicional, lo haciamos con dicha marcha. Cerre los ojos y vivi la salida de la Oración en el Huerto, en lugar de la que estaba viviendo.
Las cinco horas restantes se me hicieron eternas y duras por todo lo que vivi y experimente bajo los faldones. Tenia que haberle hecho caso a mi instinto...

Y tras el encierro, el descanso del cuerpo, que no del alma.
Por suerte tenia cerca a esa persona a la que no defraude y por la que este año he metido hombro bajo el paso.
Gracias por todo Inma.

martes, 12 de abril de 2011

Este año no.

  Hoy, martes 12 de abril estamos a pocos días para que de comienzo, un año más, la Semana Santa. Y algo menos de una semana para el Lunes Santo. Un lunes que, estoy seguro de ello, me será difícil de olvidar.
Corría el año 98 cuando pasé a formar parte de esta cofradía de manos de mi gran amigo y hermano. El cual me invitó a salir de costalero, ya que el paso ese año era nuevo -cambiaba a trabajadera granadina- y se necesitaba gente. Y yo, que quería probar que era aquello de ponerse una faja, calzarse unas alpargatas y meterse bajo unas trabajaderas, no me lo pensé dos veces y me dejé "llevar al huerto".
Mi primera impresión de la gente que me encontré allí era que estaba ante un grupo de personas humildes, sencillas, trabajadoras y sobre todo muy ilusionadas.
Era un año importante para la cofradía, ya que se estrenaba paso de misterio, palio para la virgen y una nueva salida por el patio del colegio, en lugar de por la puerta de la iglesia.

Como digo, antes no había salido nunca de costalero, ya que en mi cofradía -la de toda la vida- tenía cargo de fiscal de filas en el cortejo procesional. Era un puesto en el que trabajaba codo con codo con mi padre y al que no podía defraudar y dejarle en la estacada para meterme bajo los faldones del Cristo Yacente.
Es por ello que fué bajo las trabajaderas de Jesus Orante donde experimenté por primera vez el peso de un paso, los nervios de la salida, el orgullo del trabajo bien hecho y la férrea disciplina de los ensayos. También pude ver muy de cerca, atraves de mi respiradero, los sentimientos de la gente al pasar Jesus por delante y las lagrimas serenas caer por las mejillas, tan cerca y a la vez tan lejos, que podría secarlas con mis dedos.
Bajo esas trabajaderas he pasado muchas horas de duros ensayos, cuando los teniamos dos veces por semana y duraban hasta casi cinco horas.
Por ellas han pasado muy buenas personas y somos muy pocos -se pueden contar con los dedos de una mano- los que quedamos de aquella cuadrilla del 98.

Con los años la cofradia ha ido evolucionando. El martillo cambio de capataz, se dejó de salir del patio para hacerlo desde la casa de hermandad, el acompañamiento musical -y con ello la forma de andar- tambien evolucionaron y en la cuadrilla la gente ha ido y venido.
Cambian las juntas de gobierno, los capataces y se van materializando proyectos que enrriquecen el patrimonio de la hermandad.
Pero hay una cosa que no cambia: mi titular sigue siendo el mismo.
En estos años bajo sus trabajaderas he tenido mucho tiempo para poder conversar y rezar con Él. De compartir mis temores y mis anhelos. De darle gracias por muchas cosas que solo Él sabe y por las que siempre estare en deuda. Y sobre todo, por dajarme poder llevarle sobre mis hombros cada año.

Pero como he dicho antes, este año no lo podré olvidar. Porque este año no exitirán los nervios previos, una faja no ceñirá mis riñones y no rezaré un padrenuestro en la casa de hermandad. No podré compartir con Él esas horas previas en la casa, cuando todo está tranquilo y sin apenas nadie. Cuando la estancia está plena de olores de claveles, lirios, rosas e incienso. Cuando solo estamos los dos en plena intimidad y recogimiento. No sentiré el esfuerzo de la salida o la entrada, el peso de las trabajaderas, la musica entrando por cada hueco del paso para llevarnos en volandas por las calles. Este año no rozarán mis alpargatas por las calles del Motril viejo en Lunes Santo, ni colgará de mi cuello un cordón rojiblanco con una vieja medalla. Este año no...
Pero lo que si puedo decir que habrá es un corazón puesto en sus manos a más de quinientos kilometros de Motril.