domingo, 18 de septiembre de 2011

El mundo gira y no hay quien lo pare.

   Pues eso mismo, que el mundo gira, la vida sigue y no se puede parar. Atrás dejamos huella de nuestro paso por ella, a veces profunda y marcada, y otras más superficial. Pero siempre se deja. Del mismo modo que nos dejan en la nuestra. Personas que pasan por nuestras vidas y se cruzan y otras que deciden coger nuestro mismo sendero para caminarlo juntos.
Hay personas que pasan, en principio fugazmente, por tu camino, por tu vida y que piensas que su huella en ella es un mero bache, algo sin importancia. Pero cuando pisas ese bache te das cuenta que era algo más importante. Y buscas el siguiente, y otro y otro más. Anhelando que esos baches sean los que se conviertan en la guia que marque tu camino. Y a ser posible, compartirlo con esa persona.

   Como digo, todas las personas, que de algún modo u otro entran en contacto con nosotros, nos dejan algo de ellos en nuestra existencia. Un recuerdo, una experiencia, un sentimiento. Algo que después nos enriquece como personas y nos marca en nuestro carácter y personalidad. Y a veces esas briznas, son suficientes para levantarte la moral en momentos duros, para encontrar nuevas ilusiones por las que seguir adelante en tu rutinaria vida o para recuperar la fe en algo en lo que antes la habías perdido.
Algo tan simple y efímero como, por ejemplo, el recuerdo de una experiencia vivida, puede convertirse en la fuerza que necesitas para conseguir tus objetivos en tu vida.

    A veces es sorprendente como alguien puede cambiar su vida en lo que tardas en parpadear los ojos. Y todo depende de lo que te encuentras delante cuando vuelves a abrirlos. Puedes asignarte nuevos retos en la vida o incluso a cambiar por completo esta, con tal de conseguir lo que deseas, anhelas o amas. Pero siempre aprendiendo de los errores del pasado y comprendiendo que de todo lo malo podemos sacar algo en positivo: solo hay que detenerse un poco a pensar en ello.
Es muy posible que tras un cambio en nuestra vida podamos vernos desubicados en ella misma. Sin rumbo a seguir. Y es un buen momento para coger de nuevo con fuerza el timón y marcar uno nuevo. Incluso con nueva tripulación que nos acompañe en la tarea.
El caso es que todo lo que hagamos, digamos o pensemos va a estar destinado a conseguir un único fin en la vida: ser ¡FELIZ! 

   Ya es hora de levar ancla, izar la mayor, trincar la mesana y sujetar con fuerza la rueda del timón, que ya está la nave ubicada a barlovento y es el momento...
¡¡Buena mar!!