miércoles, 11 de abril de 2012

Mis Trabajaderas (IV)

Jerusalén, Israel. Año 33 dC. 

“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente, por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús. Llegó también Nicodemo, aquel que al principio fue a buscar a Jesús de noche […]” (Jn 19, 38-39).

Viernes de dolor y desamparo. El Hijo del Hombre ha muerto en la cruz y es preciso bajarle y llevarle al sepulcro antes de que de comienzo el Sabbat.

Alcalá de Henares, Madrid. 6 de Abril de 2012 dC. Viernes Santo.

Tiempo nublado es el que me encuentro cuando llego a la comunidad de Madrid, proveniente del apacible tiempo subtropical de la costa granadina.
La Semana Santa está trascurriendo dentro de lo planificado. El Domingo de Ramos hice estación de penitencia en Albatera, el lunes y martes posteriores en Motril y hoy viernes me toca realizarla con mis hermanos del Sagrado Descendimiento de Ntro. Señor Jesús. Cofradía que junto a Ntra. Sra. De la Soledad Coronada, hace que Alcalá se convierta, en la tarde del Viernes Santo, en lugar de oración y respetuoso silencio.

Ya tenia yo ganas de que llegara este día, esta tarde y este momento. De presentar mis respetos ante mis titulares y pedirles fuerzas para hacer una estación de penitencia a la altura de las circunstancias.
Al llegar a la puerta de la iglesia me invade la alegría que me contagian mis hermanos. Los cuales estaban pendientes de mi viaje por carretera y que llegara a tiempo. Pero sobre todo que llegara sin problemas por el camino.
Minutos de esparcimiento con los compañeros, con la familia y los amigos allí reunidos antes de pasar a la iglesia para prepararnos el costal. Momentos de compartir alegrías y vivencias de esta Semana Santa. La cual se ha vivido de muchas maneras, en función de si la climatología a respetado o no.

Y a la orden del capataz nos despedimos de nuestros seres queridos y vamos entrando a una de las habitaciones de la iglesia. Nervios y emoción es lo que se puede respirar en ella. Los costaleros, concentrados en el trabajo, comenzamos a hacernos la ropa, a fajarnos y hacer ejercicios de calentamiento y estirando los músculos. La noche es larga y hay que estar preparado.
Conducidos por Carlos, nuestro capataz, nos reunimos en otra de las dependencias para recibir las últimas indicaciones para la salida. Palabras de ánimo salen de su boca y hacen estremecer nuestros corazones y almas. Estamos preparados anímica, emocional y físicamente. Llega el momento de bajar hasta el paso y situarnos bajo él.

Suena el llamador. Tres golpes de atención. Un golpe, al palo. Otro más, riñones. Y el último, arriba. 
Comienza nuestra estación de penitencia. Poco a poco nos acercamos al dintel de la puerta. Cuerpos a tierra y comenzamos lentamente a salir de la iglesia. La banda que acompaña a Ntra. Señora entona los acordes del Himno Nacional para nuestro Cristo. Esta es la única marcha que escuchará durante la noche. 
Pero ¿qué mejor música que la que hacen las zapatillas al rozar el suelo? Las cuales van llenando el aire de mudas oraciones de aquel que las calza.
¿O el crujir de las trabajaderas sobre el costal? Que nos recuerda el sufrimiento del Nazareno bajo el peso de la cruz camino de su cruel destino. 
¿O el tintineo de unas bambalinas golpeando los varales de palio? Como campanillas celestiales movidas por ángeles. 

Con paso firme, valiente y reposado nos adentramos en el casco viejo de Alcalá. Son momentos de oración, de peticiones y de recordar a los que ya no están a nuestro lado. Horas de pasión y sufrimiento bajo las trabajaderas. Estación de la más pura penitencia. Noche en la que, las calles de Alcalá, se convierten en el Gólgota mudo y sus gentes en esos discípulos desamparados que observan como bajan el cuerpo inerte del Maestro.
A veces nos llegan desde lejos, los acordes de la música que acompaña a la Madre y nos la imaginamos avanzando, portada por nuestros hermanos, con elegancia y maestría tras su Hijo. Haciendo que toda la gente que sale a su paso la colmen de plegarias y oraciones de intercesión por ellos. 

Poco a poco, paso a paso llegamos de vuelta al templo. El frio aire se cuela bajo los faldones del paso, enfriando nuestros cuerpos y corazones. Ya queda poco para dar por finalizado el buen trabajo hecho esta noche. Subimos la rampa y de vuelta el cuerpo a tierra para llevarle hasta su casa. Silencio en su interior, roce de zapatillas y el eco de las órdenes del capataz. Ha llegado el momento de la última revirá, derecha adelante, izquierda atrás para llevarle a su capilla.

Ganas de terminar y poder dar un fuerte abrazo a mis hermanos de trabajaderas, a mi capataz y a sus contraguías. 
Ganas de que pasen pronto los meses y volvamos a ensayar para el siguiente año. 
Ganas de volver a repetir esta noche inolvidable. 
Ganas de compartir con mis hermanos oraciones y silencio bajo el paso. 
Ganas de volver a estar con mi nueva gente, con mi nueva cofradía. 

Suena el llamador por última vez en la noche. 

Señores, AHÍ QUEDO!!

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