jueves, 13 de mayo de 2010

Mis Trabajaderas (II)

Tras el duro trabajo bien hecho del Lunes Santo, se encadena una semana para el recuerdo.
Son varios los momentos vividos durante la semana mayor que se quedaron grabados en mi memoria y que seguro nunca olvidare.
Este año la he vivido desde otro punto de vista, con otra compañía y con otra motivación distinta a los años anteriores. No ha faltado nadie de mi gente de siempre, y se ha completado el plantel con más buenos, y buenas, cofrades.
Para mi este ha sido un año de unión, de ganas de trabajar por lo nuestro, de intentar mejorar nuestra particular pasión y de llevar a nuestra Semana Santa a lo más alto.

Como digo la semana avanza y se acerca mi segundo gran día: Sábado Santo. O como yo cariñosamente le llamo, el sábado del viento. No recuerdo ningún año sin ver las capas de los penitentes volar, el sudario de la cruz engancharse en el pan de oro de esta o ver a la chia "pelearse" con la larga capa que le lleva a todos lados.
Amanece con el animo algo nervioso e intranquilo. Hay una persona a la que le tengo mucho cariño que aún no a llegado a Motril. Espero que no falte.
Pero bueno, lo mejor es intentar desconectar de todo y de todos. Y no conozco mejor sitio para ello que a 20 metros bajo el mar... pues si, me voy a pasar la mañana buceando.
Tras el almuerzo, y con todos los pertrechos preparados, por fin llega ella acompañada de su chico: "... ya era hora niña, donde te metes joia?..."

Tarde soleada. La brisa refresca lo justo para no pasar calor; la noche promete fresca, pero debajo del faldón encontrare el calor que necesito, tanto físico como humano.
La casa de hermandad casi vacia y empezamos a llegar los costaleros del Rey de Capuchinos.
Una tarde y unas vivencias muy distintas a las vividas el lunes. Con la alegria de poder estar un año más con mi Cristo -en principio, este año me lo perdia por motivos laborales- y con la tristeza de que se la semana se está acabando. Pero bueno, no es momento de pensar en mañana, sino en el ahora. De disfrutarlo y de saborearlo acompañado de la gente que quieres y aprecias.
Intento mantenerme tranquilo y no contagiarme de los nervios del personal. Y en la azotea de la casa, mientras nos fajamos e igualamos, intento entrar en mi estado de concentración al que paso siempre antes de meterme bajo los faldones.
Porque para sentirlo y disfrutarlo debes de estar mentalizado de lo que llevas sobre tus hombros, de lo que vas a hacer, de lo que va a suceder en menos de una hora y durante toda la noche. Porque si no es asi y solo te metes por afición o por otro motivo banal, no pones todo el empeño que se merece, no tienes esa capacidad de sufrimiento cuando los cuerpos cansados se vienen abajo con el peso de las trabajaderas.
No eres capaz de disfrutar del caminar al compas de la música, del roce de las alpargatas, de lo que pide el cantaor o mandan los capataces.

Y llega el momento de la oración todos juntos, como hermanos que somos, de meterse debajo y de los primeros golpes del llamador.
La cruz de guia ya esta caminando por la calle, la hermandad ha iniciado su estación de penitencia. Y el barrio está en las calles esperando a su Rey: mi Cristo Yacente.
Suenan los acordes de la "Marcha Real" cuando mis primeros hermanos de trabajadera se acercan el dintel de la puerta. A mi me queda un poco, que soy el ultimo...
Salida perfecta y primer "Derecha alante, izquierda atras, finito lo quiero." Y una voz dentro que nos recuerda que ya estamos en la calle, que ha llegado el día y el momento. Vamos a disfrutarlo como nunca.

El caminar por las calles de su barrio se hace pausado, con tranquilidad y recreandonos.
Queremos que la gente lo pueda contemplar sin premura, que le pueda rezar sin prisas, que comparta con Él sus anhelos con tiempo, que sus gentes se empapen de su bendición por las calles de su barrio.
Recuerdo cuando vestia capillo y capa. Cuando al llegar a la calle del cementerio reviarabamos a la derecha en lugar de pasar de largo como ahora.
Recuerdo subir por la calle Santisimo, pasar por Naranjos para bajar por el barrio nuevo; y tambien recuerdo todas esas calles llenas de gente, de casas encendidas con las puertas abiertas de par en par, de gente mayor sentada en su puerta, de ventanas y balcones llenos de gente. La gente del barrio, la gente de siempre.
Todavia tengo la esperanza de que mi cofradia vuelva a meterse de lleno en su barrio.

Poco a poco nos plantamos en calle Nueva, y para los más antiguos bajo los faldones, esta sigue siendo nuestra carrera oficial particular, antesala al discurrir por las calles del centro motrileño que tanto trabajo y dificultad presentan para nuestro caminar por ellas.
Paso a paso sorteamos todas las trabas para llegar bastante cansados a la plaza de Las Palmeras.
Pero tenemos que sacar de donde no hay, porque si en su barrio hay gente, aqui más.
Carrera oficial elegante, austera y sin alardes. Como tiene que ser en este día de luto.
Tras el ultimo esfuerzo en Matadero Viejo -la calle hace honor a su nombre- regresamos con alivio a nuestro barrio. Alivio porque las calles son amplias y sin complicaciones.
Pero tambien con un poco de pena. Esto se acaba ya y yo estoy muy agustito aqui dentro.
Ha sido una noche completa y en la linea de toda la semana: para recordar.

Cuando me quiero dar cuenta estoy tirando de mi pata para la ultima revirá ante la casa de hermandad. Esto si que se ha terminado, asi que vamos a ponerle la guinda al pastel y nos marcamos una marcha a ritmo de agrupación musical. Ya era lo que le faltaba a este paso, porque incluso hemos andado a ritmo de palio con "Estrella Sublime", y que más dá...
Empezamos a entrar en la casa, maniobramos para salvar la lampara y dejarlo en su sitio.
Golpe de llamador y "... ahi quedó".

Otro año más en la calle haciendo realidad sueños y esperanzas...
otro año más de trabajo y buen hacer...
otro año más de ORACIÓN y SOLEDAD.

1 comentario:

  1. Qué lujo leerte. Cuánto sentimiento contienen las palabras que nos dejas impresas para el disfrute de nuestros sentidos.
    Muchas gracias hermano por compartir con nosotros momentos íntimos tan elegantes.
    Y ciertamente que ha sido una Semana Santa muy especial. Y parte de la culpa, la tenéis vosotros (sabes a quiénes me refiero).
    Gracias por todos, vecinos.

    ResponderEliminar